La vida, a veces, nos somete a pruebas de fuego que parecen insuperables. Para Antonio Duchi, esa prueba llegó de forma abrupta y dolorosa: una caída de nueve metros que ‘destrozó’ su columna y lo enfrentó a la sombría posibilidad de la invalidez.
«Llegué a pensar que me quedaría inválido», dice con la voz entrecortada, Don Antonio. Pero su historia no es una de derrota, sino de un renacer milagroso impulsado por una fe inquebrantable y un espíritu de trabajo admirable.
Desde que se «levantó de la muerte», como él mismo lo describe, Antonio decidió que la adversidad no lo postraría. En lugar de ceder al desánimo, encontró en un modesto triciclo su campo de batalla y su sustento.
Hoy, este vehículo se ha convertido en una pequeña vitrina de esperanza, cargada de dulces y otros artículos. «Día a día trabajo en esto… así me gano algo, mientras más lo surta, mejor», afirma con la dignidad de quien sabe que cada centavo ganado es fruto del esfuerzo y la perseverancia.
A su edad y con la secuela de su grave accidente, don Antonio se ha convertido en ejemplo, especialmente para la juventud.
Su mensaje es claro y contundente para quienes se rinden ante la queja: «Yo veo personas que dicen que no hay trabajo y yo prácticamente me levanté de la muerte… Sigo adelante, no me he quedado decaído en una cama.» Y es que, su férrea voluntad de no rendirse es el legado más valioso que puede ofrecer a sus cuatro hijos, a quienes se siente feliz y orgulloso de poder seguir ayudando.
Pero hay un pilar aún más fuerte que sostiene a Antonio: su profunda fe y creencia en Dios. Para él, las bendiciones se han manifestado no solo en la capacidad de seguir trabajando, sino en la calidad humana de quienes lo rodean.
En un mundo donde muchos lamentan la falta de apoyo, don Antonio es la prueba viva de lo contrario. «Veo que la gente dice que no hay amigos, pero yo estoy agradecido con los amigos que tengo porque a mí sí me han ayudado, soy muy bendecido,» confiesa con sincera gratitud.
Pese a su dificultad y a estar a la espera de una nueva operación don Antonio recorre Quevedo con su triciclo lleno de dulces, atrayendo la mirada de grandes y chicos.
La vida de Antonio Duchi es una lección magistral: su columna pudo dañarse, pero su espíritu se mantuvo intacto, fuerte e indomable. Es el retrato de un incansable guerrero que, con su triciclo y su sonrisa, demuestra que la verdadera invalidez reside en la falta de fe y la renuncia a la lucha.