Basta con mirar a nuestro alrededor para notar que el mundo laboral está cambiando a paso firme. No hace tanto tiempo, ciertas carreras parecían reservadas únicamente para los hombres, mientras que a las mujeres se les asignaban roles más tradicionales. Pero hoy, eso está cambiando.
Las mujeres están abriendo camino en las profesiones del futuro, sectores que antes ni siquiera eran una opción para ellas. Sin embargo, aunque mucho se ha avanzado, aún hay barreras por derribar.
La histórica barrera profesionales para las mujeres
Durante años —o, mejor dicho, siglos— las mujeres han sido alejadas de los campos relacionados con la tecnología, la ciencia y la innovación. No por falta de interés ni talento, sino por una serie de ideas preconcebidas que se instalan desde edades tempranas.
Los datos lo reflejan con claridad: según la UNESCO, solo el 35% de los estudiantes en carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) son mujeres. No es una cifra casual, sino el resultado de una cultura que, en muchos casos, sigue sugiriendo que ciertos ámbitos “no son para ellas”.
Afortunadamente, esa idea empieza a resquebrajarse. Cada vez es mayor el número de iniciativas que buscan revertir esta tendencia. En nuestro país, un buen ejemplo es la Beca Futuro Femenino, un programa de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT) dirigida a la promoción de la educación superior entre las mujeres ecuatorianas.
Referentes femeninos y los desafíos que aún persisten
Hay mujeres que han cambiado y siguen cambiando la historia con su trabajo. Ada Lovelace, por ejemplo, dejó su huella en el siglo XIX como la primera programadora del mundo, cuando la idea de una mujer en la ciencia era casi impensable. En nuestros tiempos, resuenan nombres como Fei-Fei Li o Gitanjali Rao, que han demostrado que el liderazgo femenino en innovación es posible.
En el caso de América Latina, podemos tomar como ejemplo a Victoria Alonsopérez, una uruguaya que está revolucionando el sector agrícola con tecnología. Ella y muchas no son excepciones, son la prueba de lo que sucede cuando se eliminan las barreras.
Eso sí, no debemos romantizar el panorama, pues todavía existen desafíos concretos que muchas mujeres enfrentan en su desarrollo profesional. Entre ellos están la brecha salarial, la escasa presencia en cargos de liderazgo y entornos laborales poco inclusivos. Un informe de McKinsey indica que solo el 22% de los puestos ejecutivos en tecnología están ocupados por mujeres; un número que no debería dejarnos indiferentes.
Además, persisten ciertos prejuicios difíciles de erradicar. Comentarios del tipo “esa carrera es muy técnica para una mujer” o “¿por qué no buscas algo más estable?” aún se escuchan. Muchas veces, palabras como estas son una muestra de preocupación, pero realidad lo que hacen es limitar posibilidades.
El cambio está en marcha, pero necesita aliados
¿Qué se puede hacer para cambiar esta realidad? Primero, empezar desde la infancia. Es fundamental que las niñas vean modelos a seguir en ciencia y tecnología. Segundo, las instituciones y empresas deben comprometerse con políticas de equidad reales, no simbólicas. Y tercero, garantizar que ninguna mujer quede fuera de la formación por falta de recursos.
La diversidad en las empresas no debe incluirse por moda, sino que hay que verla como una forma de potenciar los resultados, puesto que se ha demostrado que los equipos diversos trabajan, piensan y deciden mejor, generando mejores resultados. Las mujeres aportan perspectivas distintas que, lejos de ser accesorias, son esenciales.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita voces femeninas liderando la innovación.