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miércoles, 5 noviembre, 2025

Don Juan Puco, 53 años de arte y legado como artesano devolviendo ‘vida’ a los artículos antiguos 

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En la concurrida esquina de la avenida 12 de Octubre y Décima, el tiempo parece detenerse en el modesto local de don Juan Puco. A sus 65 años de edad , de los cuales 53 ha dedicado ininterrumpidamente a transformar lo viejo en ‘joya’ , su figura se alza como un monumento a la perseverancia y al arte auténtico.

El rostro de don Juan es un mapa de historias. Surcado por las huellas de más de medio siglo inclinado sobre maderas y telas, cada arruga y cada línea de expresión habla del esfuerzo diario.

Sin embargo, el verdadero testimonio de su vida está en sus manos . Cansadas, con callos y el rastro indeleble de barnices, lijas y tintes, estas manos son las que, día tras día, logran el milagro: devolver el brillo perdido a los artículos viejos para que vuelvan a ser útiles y hermosos.

«La calidad de los artículos tiene que ser antigua para darle una nueva vida», sentencia don Juan, mientras acaricia una pieza de madera maciza.

Aprendió este noble oficio en Ambato, forjando una filosofía que prioriza la solidez del pasado sobre la fugacidad del presente. «Ahora hay pura microfibra y vinilos», detalla con un tono que mezcla nostalgia y crítica hacia la calidad actual.

Él, en cambio, se enamora de la madera de antes, la que resiste y honra el trabajo de restauración. No obstante, en la tela acepta la evolución, abrazando las «telas modernas y elegantes» que visten sus creaciones con dignidad.

Legado 

La labor de don Juan no solo ha resucitado muebles; ha cimentado un futuro. Gracias a su esfuerzo y al sudor en su taller , sus hijos se han criado y se han convertido en profesionales, en doctores e ingenieros.

Un legado tangible que demuestra el valor incalculable de un oficio noble ejercido con dedicación. Su arte ha sido la herramienta para edificar sueños.

En sus «buenos tiempos», su taller fue un bullicioso centro de aprendizaje, con una gran cantidad de empleados bajo su carga. La vitalidad de este maestro artesano contagiaba a un equipo que compartía la pasión por el rescate de lo antiguo.

Sin embargo, los tiempos cambian. La delincuencia ha obligado a disminuir el personal, un duro golpe que no ha logrado mermar su espíritu.

Sus manos, aunque cansadas, aún tienen la magia de cambiar vidas, no solo la de los muebles, sino la de quienes ven en su obra un pedazo de historia devuelto a la vida.

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