Crónicas Quevedeñas
https://www.facebook.com/cronicasquevedenas
Quevedo. La banda de guerra del glorioso colegio NID siempre fue un símbolo de disciplina, fuerza y orgullo estudiantil, y hoy, después de cuatro décadas, esos recuerdos han vuelto a cobrar vida.
Las imágenes de los años 70s y 80s nos transportan a una época en que cada redoble de tambor y cada toque de corneta estremecía a la multitud.

Era un tiempo donde el uniforme, perfectamente alineado, representaba respeto y compromiso, y los muchachos desfilaban con una energía que parecía inagotable.
Hoy, al volver a reunirse, no podemos evitar que la memoria nos juegue una película de aquellos días llenos de juventud, entusiasmo y sueños.
El simple hecho de ver nuevamente a los compañeros, ya con cabellos plateados, arrugas de experiencia y una sonrisa que conserva la misma chispa de antaño, les hace comprender que lo vivido nunca se olvida.
Ahora, con 50, 60 y hasta 70 años encima, ellos se han puesto de nuevo el espíritu de estudiantes, como si el tiempo se hubiera detenido en esos ensayos interminables bajo el sol ardiente.
La dirección de la banda está en manos del siempre recordado Washington Carmigniani y del licenciado Pedro Morales, aquel maestro exigente que les enseñó a ser firmes, rectos y disciplinados.
Con la misma voz fuerte que hace cuarenta años, vuelve a dar las órdenes de formación, y todos, obedientes, responden con el mismo respeto de juventud.
Es curioso ver cómo los pasos ya no son tan ágiles y cómo el tambor pesa un poco más, pero la emoción sigue intacta, y cada nota suena con la misma pasión de cuando eran adolescentes.
El reencuentro se ha convertido en una verdadera fiesta de la memoria, un tributo a la amistad y al legado de esta querida institución.
Y lo más emocionante de todo es saber que, como en aquellos años dorados, en los desfiles en homenaje a Quevedo, volverán a cerrar el desfile, allí estará Marcia Quiñonez que fue una de las cachiporreras de aquella época, con la frente en alto y el corazón palpitando fuerte al ritmo de la música.
Esta banda de “Todos los tiempos” es la prueba de que los lazos formados en la juventud no se rompen con el paso de los años, al contrario, se fortalecen.
Ver desfilar a los viejos compañeros, algunos con hijos y hasta nietos aplaudiendo desde las veredas, es un regalo que la vida nos da. Cada redoble no sólo marca el compás, sino que despierta emociones profundas y lágrimas de alegría en quienes los ven.
ADEMÁS, HAY MÁS TE PUEDE INTERESAR: Prefecto Johnny Terán rinde homenaje a Quevedo y anuncia amplio paquete de obras por su aniversario
Porque más allá de los instrumentos y de los pasos de marcha, lo que llevan en el alma es la esencia de haber sido parte de algo grande.
Y hoy, unidos otra vez, sienten que el tiempo nunca se fue, solo estaban esperando este momento para reencontrarse en la música y en la amistad eterna.