“Y yo… prometo y juro. Que Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”. Con estas solemnes palabras, los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina iniciaron el ritual de juramento individual, uno por uno, por orden de antigüedad, como paso previo al cónclave en el que se elegirá al nuevo Romano Pontífice. Este acto sigue al juramento colectivo, en el que los cardenales se comprometieron a observar “con la mayor fidelidad” el secreto sobre todo lo relacionado con la elección del Papa.
El juramento colectivo, realizado en un ambiente de profunda solemnidad, marcó uno de los últimos momentos visibles para el mundo antes de que la Capilla Sixtina cierre sus puertas con el tradicional extra omnes, dejando a los cardenales en total aislamiento para deliberar. Cada cardenal, tras el juramento colectivo, se acercó a los Santos Evangelios para pronunciar su compromiso individual, reforzando su promesa de mantener en absoluta confidencialidad los detalles del proceso.
La finalidad de este juramento es garantizar la libertad y la integridad del cónclave, protegiendo las deliberaciones de influencias externas y asegurando que la elección del nuevo Papa sea un acto guiado únicamente por la fe y la voluntad de los cardenales, en sintonía con la tradición de la Iglesia. Este voto de secreto abarca no sólo las discusiones y votaciones, sino cualquier detalle que pueda comprometer la santidad del proceso.
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El mundo cristiano católico permanece expectante, siguiendo con atención los acontecimientos que rodean este cónclave, mientras aguarda la elección del nuevo Santo Padre, quien guiará a la Iglesia en los desafíos del futuro.
