Con la angustia reflejada en sus rostros y carteles en mano, un nutrido grupo de pacientes renales y sus familiares protagonizó una emotiva marcha en Quevedo este 15 de octubre.
Su protesta pacífica, bajo el grito estremecedor de «¡Queremos vivir!», es un llamado desesperado al Ministerio de Salud Pública (MSP) para que salde la deuda que mantiene con las clínicas de diálisis.
Estos pacientes son el rostro humano de una crisis que amenaza la vida de entre 19.000 y 20.000 personas en Ecuador. La falta de pago del gobierno a los centros especializados ha provocado la reducción, e incluso la suspensión, de las terapias de diálisis y el desabastecimiento de medicamentos esenciales.
El miedo a «apagarse» de repente
Para un paciente renal, la diálisis no es una opción; es el hilo que sostiene su vida. La falta de este tratamiento vital provoca la acumulación de toxinas en el cuerpo, una situación que puede ser mortal.
«Nuestras vidas dependen de estas máquinas. Un paciente de diálisis tiene un promedio de vida de entre cinco a diez años, si recibe los cuidados y el tratamiento adecuados,» comentó uno de los afectados. El temor generalizado entre la comunidad de pacientes es que, debido a esta crisis financiera, sus vidas se «apaguen de la noche a la mañana».
La caminata de hoy no es solo una protesta por un pago; es una súplica para garantizar la continuidad de un tratamiento que les permite seguir luchando contra el reloj biológico.