Por Carlos Omar Salvatierra Moreira
Los tiempos de COVID-19 obligan a las ciudades a retomar la idea y ejecutar la construcción de una ciudad de movilidad multimodal, sobre todo la ciclo-inclusiva, aquella donde cualquier habitante haga uso de la bici de forma cómoda, segura, en trayectos rectos, cohesivos y coherentes para todos sus desplazamientos, no solamente para ocio o deporte, sino para ir a trabajar y estudiar, sin importar condición económica, género o edad, y sobretodo que esté habilitada para todos los días del año.
Quevedo está próximo al paso del semáforo amarillo, el transporte público (TP) operará con una capacidad reducida, por ende se necesita que la gente use la bici, que no sature el TP y pueda contener lo que más se pueda el contagio, además aprovechar los múltiples beneficios asociados al uso como: mejora de la salud física y mental, descongestionamiento de calles debido a la migración modal por desuso del vehículo privado (VP), reducción del gasto público en subsidio de combustibles, ahorro para el bolsillo del ciudadano que se reinvierte en la economía local de otros bienes y servicios, en cuentas resumidas promover la mejora a la calidad de vida en el conjunto de los habitantes.
De acuerdo al INEC, el 70% de la población no cuenta con VP, sin embargo nuestras calles reflejan un 0% de espacio viario asignado al uso de la bici, que, sumado a la deficiente oferta de transporte público genera congestión; en el 2011 se prometió que la construcción del puente Humberto Alvarado descongestionaría el tránsito del casco central pero la realidad reflejó lo opuesto, técnicamente está demostrado que mientras la inversión esté direccionada únicamente a mejoras de la infraestructura civil para el VP y NO para los otros modos de transporte los costes sociales aumentan para todos, como resultado, en lugar de mejorar la fluidez ocasionará mayor congestión (Paradoja de Modgridge).
La instalación de carriles bici (CB) sobre vías existentes es rápida además de económica, 1 Km de línea de separadores anclados a la calzada para carril bici cuesta 30 mil dólares, inversión que jamás se considerará mala contando que estamos en austeridad y necesitamos soluciones efectivas que generen alto impacto positivo.
Quevedo tiene calles amplias que deben ser aprovechadas como la 7 de Octubre (a: 13 m y L:1.5 Km) Bolívar (a: 17.90 m L: 1.15 Km), y otras más donde resultará sencillo implementar CB de 2.5 m, bidireccionales, para el caso del centro de la ciudad en aquellas 2 calles, los carriles bici deben estar adosados a la izquierda de los sentidos de circulación, protegidos para una banda de parqueo de VP en línea, con un carril exclusivo para buses, taxis y vehículos de carga (según horario) adosados a la derecha de 3.0 m, carriles de circulación para VP de 2.5 m, y calles transversales también con parquímetros multiespacio donde lo recaudado sea reinvertido de forma transparente solamente para mejoras de la seguridad vial y movilidad, como resultado tendremos ciudadanos más responsables con su recorridos y reducción de embotellamientos.
Se espera que el futuro proyecto de interconexión vial denominado Ruta del Sur y otros proyectos en el entorno intramunicipal, contornos, variantes, ingresos a la ciudad incluyan las condiciones de infraestructura segregada (CB), y que exista la responsabilidad y sobre todo voluntad municipal de actuar en torno a las políticas cicloinclusivas fomentando también la participación ciudadana, creando normativa y regulación, empleando profesionales con formación técnica respecto a los temas de movilidad y transporte, gente que use tanto el transporte público como la bicicleta, para que en base a la experiencia, la formación y la razón motivada, gestione, controle y opere la nueva normalidad que la ciudad necesita para hacer frente también con la reactivación económica.
Carlos Omar Salvatierra Moreira es docente universitario, asesor y consultor de movilidad sostenible e máster en ingeniería civil. Graduado en la Universidad Politécnica de Cataluña.