Jamás se imaginó que en algún momento de su vida tendría que enfrentar una guerra invisible y que iba a estar al frente de la batalla. Se trata de Mayra Manrique, una enfermera que su labor se ha visto marcada por la Covid-19.
Fue una las primeras que dijo “yo quiero ayudar” en el Centro de Salud 20 de Febrero, de la parroquia Venus del Rio Quevedo, en donde no se dejó intimidar por lo que en ese entonces era el desconocido virus.
Luego fue designada al Centro de Salud de toda la parroquia para dar soporte y asistencia médica a los pacientes que llegaban con síntomas parecidos al Covid-19, siempre predispuesta a ayudar.
“No fue ambulatorio, todo fue por primeros auxilios y con el peligro de contagiarse, porque se tenía que atender al paciente y no sabíamos si era positivo (…) estuvimos en la línea de fuego, siempre lo he dicho”, comentó.
Sin embargo, el centro de salud no era su único lugar de trabajo, Manrique también realizaba visitas domiciliarias cuando le tocaba hacerle un seguimiento a un paciente.
Una de las experiencias vividas durante la pandemia fue cuando llegó a la casa de un hombre y lo encontró casi moribundo, con una saturación de 60; no dejó que el temor la invadiera, cogió agallas, prendió su auto y lo llevó al hospital para que sea intervenido a urgencias. El hombre sobrevivió y está estable.
Pese a todo lo que ha hecho para salvar las vidas de otras personas, piensa mucho en su familia. Todas las mañanas y noches al salir del trabajo, recuerda a su hijo con discapacidad, su otra hija con problemas de obesidad, su esposo diabético y su madre con hipertensión, además de su pequeño nieto y ora.
Lo vivido durante la pandemia para Manrique fue difícil, pero siempre estuvo allí, por eso ella ‘le puso el pecho a las balas’ sin importar qué.
Ahora recomienda a la ciudadanía que se proteja, porque muchos enfermeros y médicos han muerto por este virus por salvar a otros. (EHL)