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domingo, 5 mayo, 2024

El caucho y el cacao, riqueza fabulosa de Quevedo

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Por Eduardo Gaibor

QUEVEDO. Los alemanes Otto y Federico Von Buchwald, una vez que se agotó el caucho en las selvas se dedicaron a hacer grandes plantíos de cacao en la parte norte y sur de lo que hoy es la ciudad de Quevedo, parte de esas propiedades compraron a los herederos de José Andrade que tenía grandes sembríos de cacao. 

Finalmente, cuando estos alemanes y sus familias se radicaron en Guayaquil vendieron aquellas propiedades a diferentes agricultores. Una parte de estas ventas lo hicieron al Ministerio de Defensa donde hoy se asienta el cuartel militar, donde a su vez el ejército construyó una pista aérea para entrenamiento de soldados paracaidistas. 

Personaje

Este cuartel lleva el nombre de Grupo de Fuerzas Especiales Cenepa N. 26, llamado así por su destacada acción heroica en la Guerra del Cenepa de 1995, librada con los peruanos.

Quiero referirme al personaje nombrado anteriormente: José Andrade fue un moreno oriundo de Esmeraldas, quien primeramente se radicó en Guayaquil de donde partió aguas arriba hasta llegar al río Quevedo, donde también se dedicó a la labor de cauchero. 

Pero con muy buena visión de futuro trabajó para hacer un plantío de cien mil árboles de cacao. Como en aquella época el cacao no tenía ninguna enfermedad, pues, su producción era fabulosa. 

Para la cosecha de una fila de árboles de cacao de cien metros de longitud, utilizaban tres trabajadores para su recolección. Estas memorias me fueron transmitidas por un nieto de José Andrade que había sido criado por él. 

Enterró esterlinas de oro

Refería que cada quince días embarcaba a la ciudad de Guayaquil quinientos quintales de cacao en grandes canoas de hierro. Un viaje de ida y vuelta al Puerto de Guayaquil duraba quince días a base de remero. De regreso traía víveres para sus trabajadores. 

Como en aquella época aún no había bancos donde depositar esa cantidad ingente de dinero, una parte invertía en la compra de esterlinas de oro que era la moneda inglesa que circulaba en el mundo entero. 

El nieto contaba que los billetes y las esterlinas de oro las guardaba en grandes baúles que en su vejez ordenó enterrarlas. Nadie conoce el sitio dónde están las esterlinas de oro, claro que los billetes se habrán hecho polvo. 

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